domingo, 12 de septiembre de 2010

"Je suis un libertin, mais je ne suis pas un criminel ni un meurtrier". Sade.


La frase completa es como sigue:

"Oui, je suis libertin, j'ai conçu tout ce qu'on peut concevoir dans ce genre-là, mais je n'ai sûrement pas fait tout ce que j'ai conçu et ne le ferai sûrement jamais. Je suis un libertin, mais je ne suis pas un criminel ni un meurtrier”.

Pertenece a un fragmento de una carta escrita por el marqués de Sade a su esposa.
Sade (tristemente célebre en un tiempo, ahora ni eso) ha pasado a la historia como un ser que llevó al límite sus excesos, sus deseos, y no es gratuito que su apellido haya dado nombre a ciertas “perversiones” (el entrecomillado no es gratuito y la forma de decirlo no son gratuitas). Él mismo llegaría a escribir alguna vez que aquellos que se escandalizaban tanto, en realidad veían reflejados e identificados sus propios deseos, y por ello no veían su obra literaria precisamente como eso. No pretendo describir ahora que Sade nunca hizo a nadie algo en lo que no estuviera de acuerdo, según ciertas biografías que al menos intentan ser imparciales. El hecho de que tanto se le haya satanizado significa que solamente se le ve en la superficie, como una forma de evitar que sea leído. ¿Para qué? Prefiero no dar una opinión, aunque salte a la vista.

Pero no es la intención hacer una apología de la obra de Sade (nombres gentiles como los de Guillaume Apollinaire u Octavio Paz, además de Charles Bukowski) han hecho lo suficiente para poder entenderlo. Lo importante aquí es que todos, con nuestro “ello” oscuro, tenemos una parte que siempre tratamos de enterrar, pero que de una u otra forma trata de salir a la luz (sin esperar desentonar, en la larga saga de Venom del cómic "Spiderman", cuestión brevemente retratada en la película "Spiderman 3", se muestra un poco el tema, entre el traje que trata de adueñarse de la voluntad de Peter Parker, al precio de que su ello trata de satisfacer lo más posible, o bien en la película franco-alemana “La pianiste”, de Michael Heineke, donde una profesora de piano, posiblemente con trastorno límite de la personalidad, se da cuenta que el cumplimiento de los deseos no es igual que en las fantasías; en ese sentido, "American psycho" podría ser un ejemplo más, pero baste con esos). Algo parecido ocurrió con Sade, con su obra vasta, lo que da pie al título del escrito de esta ocasión.

Por otro lado, lo anterior me recuerda a una de las frases con las que inicia Wilde a The picture of Dorian Gray: “There is no such thing as moral or an immoral book. Books are well written, or bad written. That is all”. Uno de los errores en los que en ocasiones se cae es juzgar a un libro por sus temas, no por su valor estético (hay que recordar la crítica al libro de Áurea –no Aura, como originalmente se llama, sino Áurea, como lo llamaron–, de Carlos Fuentes, o Memoria de mis putas tristes, de García Márquez). Y la postura de Wilde, de un escritor, de un esteta, parece tener cierto valor sobre quienes sin leer un libro lo juzgan por su apariencia, o por opiniones ajenas. Un libro es disfrutable, es de calidad, o no lo es. La moral se encuentra en las reglas sociales, la proponen los filósofos, las religiones, la exigen las leyes, mas la literatura no tiene esa obligación; además, como arte, la literatura refleja lo que hay o existe en la sociedad, o cómo piensa ella. El arte, la literatura, puede ser crítico, pero es diferente.

Una última cosa: Sade también me evoca, con su frase, algo frecuentemente presente en nuestras relaciones interpersonales: cuando nos encontramos con aquello que amamos, pero (más peligroso aún) también con aquello que sabemos que nos ama, se da una relación de poder, y cuando uno se da cuenta del poder que tiene sobre el otro, se puede incluso abusar de ese poder. Una frase más, nuevamente de Wilde, para dar una idea de eso: “And all the men kill the thing they love”.

La frase ha sido traducida (quizá para aminorar lo fuerte que puede significar, algo absurdo en literatura, valga la pena redundarlo) como “Siempre se lastima aquello que se ama”, posiblemente para hacerla más universal, aun y cuando el sentido original es lo que pretende. Pertenece al poema “La balada de la cárcel de Reading”, que Wilde escribió en su estancia en la cárcel. Lastimamos lo que amamos porque damos más importancia a los hechos, las palabras, las acciones, pero desgraciadamente, con frecuencia también se hace porque se puede hacerlo (¿nuevamente el "ello"?). La parte sádica se presenta. ¿Cómo hacer para llegar a la catarsis en estos casos? Por lo menos Sade escribía.

Post-scriptum: Un ejemplo interesante que ya ha sido tratado por otros es que hay una crítica a la sociedad en la obra de Sade, sobre todo en "Los 120 días de Sodoma o la escuela del libertinaje",aun en su "inmoralidad" como obra, por la forma en que ve a las instituciones representadas en un duque (realeza), un obispo (iglesia), un presidente (política) y un banquero (economía), cuatro personajes que llegan a los excesos en su búsqueda del placer.

lunes, 28 de junio de 2010

Rappelle-toi, quand la fleur solitaire, Sur mon tombeau doucement s’ouvrira



Acuérdate de mí cuando sucumba
y duerma en paz bajo la tierra helada.
Acuérdate de mi cuando en mi tumba
crezca una pobre flor abandonada.
Alfred de Musset.

La traducción no es literal, pero el ritmo y las ideas se transmiten claramente.

Rappelle-toi, quand l’Aurore craintive
Ouvre au Soleil son palais enchanté ;
Rappelle-toi, lorsque la nuit pensive
Passe en rêvant sous son voile argenté ;
A l’appel du plaisir lorsque ton sein palpite,
Aux doux songes du soir lorsque l’ombre t’invite,
Ecoute au fond des bois
Murmurer une voix :
Rappelle-toi.

Rappelle-toi, lorsque les destinées
M’auront de toi pour jamais séparé,
Quand le chagrin, l’exil et les années
Auront flétri ce coeur désespéré ;
Songe à mon triste amour, songe à l’adieu suprême !
L’absence ni le temps ne sont rien quand on aime.
Tant que mon coeur battra,
Toujours il te dira
Rappelle-toi.

Rappelle-toi, quand sous la froide terre
Mon coeur brisé pour toujours dormira ;
Rappelle-toi, quand la fleur solitaire
Sur mon tombeau doucement s’ouvrira.
Je ne te verrai plus ; mais mon âme immortelle
Reviendra près de toi comme une soeur fidèle.
Ecoute, dans la nuit,
Une voix qui gémit :
Rappelle-toi. (Alfred de Musset)

¿Cómo entender el alma de los románticos, ese afán, esa tristeza por lo que les falta, por lo que no tienen? Hay que haber amado. Amado con el corazón. Amado con todas las fuerzas hasta que se siente flaqueza, desánimo. Los poetas románticos no estaban enfermos de vivir: estaban enfermos de amar. O amaban, y eso les provocaba su enfermedad.

¿Quién, ahora, siente desesperación por la distancia que separa a dos seres? ¿Quién siente desánimo por las cosas dichas y no dichas, los hubiera y los quizá?

Musset, una excelente muestra como hijo de su siglo, vivió toda su vida de manera coherente: amando, de manera enferma, enloquecida, a su ¿inalcanzable? George Sand (que lo dejó por Chopin, por Lizst, por Delacroix, por ella misma). Dudo mucho que la poesía "Rappelle-toi" haya sido para ella, pero bien podría aplicarse. El anhelo por lo perdido, por lo que no será, por lo que quizá nunca fue, y la nostalgia de la muerte, están presentes, junto con el deseo de trascender más allá, aunque sea con un pensamiento o una visita, aunque ya no se tenga consciencia de ella.

Rappelle -toi.

martes, 1 de septiembre de 2009

"Vivir es la cosa más rara en este mundo. La mayoría de la gente existe, eso es todo".


"To live is the rarest thing in the world. Most people exist, that is all". La frase es de Oscar Wilde, tomada de su escrito El alma del hombre bajo el socialismo. Prefiero esta traducción, más literal, respecto a como es más conocida, con el cambio inicial: Lo menos frecuente en este mundo es vivir...

En nuestros días, normalmente una de las cosas que creemos tener y que nos pertenece es nuestra existencia, nuestras elecciones, pero no es raro que ni siquiera eso sea nuestro. Nos levantamos por las mañanas, vamos al trabajo, al colegio, vemos a nuestros amigos, y creemos vivir por eso, pero no necesariamente es así: vivimos con rutinas o con hechos que pensamos que tenemos por cuenta propia, pero muchas de esas acciones están predeterminadas.

Erich Fromm llegó a decir precisamente que todo estaba predeterminado: las idas al cine, la partida de cartas del domingo, los paseos por el parque, los libros que encontramos en las estanterías, entre otras cosas. Pero eso es algo que encontramos de por sí,no algo que el ser humano escoja por sí mismo. Me explico: el sistema nos deja elegir lo que él quiere que sea escogido. En mi experiencia, si a alguien no le gusta leer es porque no se ha dado oportunidad de hacerlo, si alguien minimiza a otra raza o a una persona con otro color de piel, es porque eso ha escuchado de otros. Son los paradigmas que el sistema le enseña (la sociedad hipócrita, es sabido, habla de valores, por dar un dato, pero desdeña esos valores según lo que presentan los medios masivos de comunicación; en casa se dice que el deber ser es así, pero no se enseña con el ejemplo, etc.), y esas supuestas decisiones conforman su existencia. Claro que, en realidad, no están viviendo, están existiendo, para continuar con la frase de Wilde.

Uno de los puntos claves de la libertad es estar conscientes por completo de nuestras decisiones, con sus consecuencias, con sus pros y contras, pues no solamente es cuestión de decidir sin pensar en lo que esa opción elegida acarreará. La libertad es saber la posición en la que estamos, sin dejar que otros decidan por nosotros, aun de manera indirecta. Sartre llegó a decir que "estamos condenados a ser libres". En cierta manera, es cierto, porque toda elección supone una renuncia, un abandono a otra cosa, y siempre queda la duda de "Qué hubiera pasado si...". Pero esa es parte de las responsabilidades al ejercer nuestra libertad.

¿Se puede hablar de completa libertad en estos días, donde figuras públicas dictan sobre todo a los más jóvenes cómo deben comportarse o vestirse? ¿Donde se toman modelos equivocados y se les llega a tener una admiración que está casi al nivel de la idolatría? ¿Donde incluso televisoras dictan lo que debe ser la moda, el humor,porque es lo que presentan?

Es alarmante, desde mi punto de vista, cómo ese sentido de responsabilidad en las decisiones se va perdiendo. No se afrontan los problemas, se evitan, o se deja a otros decidir por uno mismo.

Hoy en día, ¿quién verdaderamente vive?

viernes, 28 de agosto de 2009

"¿Qué soy, un poeta o un imbécil?"


"¿Qué soy, un poeta o un imbécil?" La frase es de Byron, en un llamado a su intelecto y en un cuestionamiento a su propio hacer.

No son pocas las veces en que nos llegamos a sentir diferentes o especiales porque llegamos a darnos cuenta de ciertas cosas, pero ese autocuestionamiento puede no servir de mucho, y no son pocas las veces en las que llegamos a la misma conclusión que Byron.

Desgraciadamente, no pululan quienes se preguntan sobre su vida, sus quehaceres, sus éxitos, sus tristezas; el hecho de reflexionar ya indica un adelanto, pero no es garantía de nada. Decía Sócrates que pensar en los problemas, pero sin nada hacer para remediarlos, era sin sentido (o como diría alguien de manera coloquial, sería como “buscarle chiches a las gallinas”). También decía que la vida sin reflexión no valía la pena vivirse.

Pero sin duda vale más la pena preguntarse y autorreflexionar, que vivir sin pensar. “¿Vale la pena mi vida, mi trabajo, lo que hago? ¿Hago lo necesario para obtener lo que quiero?” No es lo mismo que si solamente nos levantamos a hacer trabajos que nos disgustan, o actividades no deseables, soñando con trascender por y de la nada, que al menos estar conscientes de lo que es nuestra propia realidad.

Cada vez que me veo al espejo sé que no soy especial, que nunca ganaré la lotería, que no publicaré un libro, que no conquistaré el mundo, que soy, citando una vez más una frase de “Fight club”, la “mierda cantante y danzante del mundo”. ¿Pero saberlo me hace tan diferente? ¿De que sirve en realidad esa consciencia? Vaya, queda al menos soñar con algo diferente, luchar por otras cosas, conformarme con ver los amaneceres, leer un libro, ver la realidad alterna de los imaginarios de las películas, descubrir una etimología rara y sentir satisfacción por ello, como defendían Borges y Torri, o tener una idea propia muy, muy de vez en cuando.

¿Soy un poeta o un imbécil? Byron al menos era poeta...

jueves, 27 de agosto de 2009

"No eres tu cuenta corriente (...) el coche que tienes, ni el contenido de tu cartera (...) Eres la mierda cantante y danzante del mundo"


You're not your job. You're not how much money you have in the bank. You're not the car you drive. You're not the contents of your wallet. You're not your fucking khakis. You're the all-singing, all-dancing crap of the world”.


Esta es una de mis frases favoritas de “El club de la pelea” (“Fight club”, de David Fincher). Recién pensaba que la frase de Werther “Lo que yo sé, cualquiera puede saberlo. Sólo mi corazón es mío” en cierta forma debería reinterpretarse: Lo que tengo, cualquiera puede tenerlo. Sólo mi corazón es mío.


Pertenecientes a la Generación X, a pesar de que hemos vivido tantas cosas, tantos cambios, todavía nos tragamos en ocasiones que seremos más si tenemos más. O posiblemente no. A medida que hemos crecido, que hemos abandonado las últimas décadas del siglo pasado, hemos caído en la cuenta de que las cosas no son como nos las habían pintado, y que el mundo no es un lugar justo; no como nos hicieron creer. Una buena preparación no te traerá un buen trabajo; estar a la última moda no te hace ser mejor, ni te hace sentir más feliz: siempre necesitarás otra cosa.


A veces me preguntaba por qué mis conocidos (de edad similar a la mía) y yo compartíamos ciertas preocupaciones, angustias, desintereses, miedo a la responsabilidad, a no trascender. Tiempo después me percaté de que era un mal común a quienes nacimos en cierta época; como leí por ahí, somos la generación que vivió la televisión en blanco y negro y las pantallas de plasma; jugamos en la calle hasta el anochecer y ahora, quien tiene hijos, sabe que ya no puede permitirlo. Comíamos dulces hasta hartarnos y sin problemas de obesidad.


En fin, no quiero caer en una explicación que otros pueden explicar de una manera más detallada y mejor. Mi punto es que crecimos con ciertos valores y creencias que parece que están desapareciendo, y quienes pertenecemos a esta generación no logramos ubicarnos, ni con la pasada, a la que pertenecen nuestros padres, ni con la siguiente, que vive aún más en una cultura hedonista; en la Generación X, a estas alturas, sabemos lo peligrosos que pueden ser esos mensajes, y el posterior desengaño que viene con las promesas no cumplidas de padres, medios, religión, políticos… Los “nuevos” creen con mayor facilidad esos mensajes. ¿Cuándo vendrá su desengaño? ¿Cómo lo mostrarán?


La frase que da título a este escrito es una de tantas dichas en “El club de la pelea” (tengo que leer el libro) que se acomodan a la perfección en esto; dicho sea de paso, me parece un canto desesperado, poético y gráfico sobre el desengaño general de los hijos de ese tiempo. Pero a pesar de nuestro desencanto, debe haber alguna forma de hacer más llevadera esta existencia. Morgan Freeman, en otra película también dirigida por David Fincher (“Seven”), decía al final citando a Hemingway: “‘El mundo es un buen lugar, y vale la pena luchar por él’. Estoy de acuerdo con la segunda parte”.


No sé cómo. Y lo digo a pesar de esa voz interior que dice que no vale la pena.

martes, 25 de agosto de 2009

Ach, was ich weiß, kann jeder wissen. - Mein Herz hab ich allein



"Lo que yo sé, cualquiera puede saberlo. Solo mi corazón es mío". Sería la traducción tradicional de la frase de Werther, quizá mi favorita de todo el libro.


Werther siempre será un canto al amor, a la naturaleza, al sentimiento desaflorado y sin bridas, a la pasión, si se quiere, pero pasión pura (a pesar de que pueda sonar contradictorio), idealizada en ese eterno femenino que está representado en Charlotte.

La frase es un llamado a la libertad. No importa lo que sepamos, lo que conozcamos: lo que nos hace ser humanos, y también lo que nos individualiza, es lo que sentimos. No importa que haya torrentes de conocimiento en nuestro cerebro: el corazón es lo que importa, lo que hace valer nuestra persona.
...

El libro de Goethe, del cual no quiero dar muchos comentarios (ya suficientes los hay en cualquier enciclopedia o en blogs de aficionados) fue uno de los pioneros en el romanticismo alemán, romanticismo que, de una u otra manera, se trató de hacer presente a lo largo del siglo XX con todos los -ismos (el existencialismo es posiblemente el ejemplo más claro), y esa voz que se alza contra lo clásico, contra la tecnología, contra las costumbres, se verá en la última parte del siglo pasado disfrazada una vez más con lo que ocurre con la Generación X. Por eso, creo yo, que las cuitas, los pensamientos, las preocupaciones de muchos de nosotros que pertenecemos a esa generación, se pueden ver reflejados en la forma de pensar de este personaje.

En esta era de la información, no obstante, de la que se pueden sacar ventajas, hay siempre que recordar dónde se encuentran las cosas valiosas. El conocimiento en sí mismo es válido, pero no se compara con lo que sentimos. La razón, que tantos progresos trajo, también nos trajo guerras y hambres. El conocimiento no debe limitarse a lo técnico; ese gran olvido en el que se tiene a la inventiva humana, a su quehacer, en parte ha provocado que el hombre se descarríe, porque, en palabras de Terencio, no cumple con el mandato de "Llega a ser lo que eres".

En fin, inicia este blog, que pululará de pensamientos e ideas inconexas. Pero qué más da.