martes, 1 de septiembre de 2009

"Vivir es la cosa más rara en este mundo. La mayoría de la gente existe, eso es todo".


"To live is the rarest thing in the world. Most people exist, that is all". La frase es de Oscar Wilde, tomada de su escrito El alma del hombre bajo el socialismo. Prefiero esta traducción, más literal, respecto a como es más conocida, con el cambio inicial: Lo menos frecuente en este mundo es vivir...

En nuestros días, normalmente una de las cosas que creemos tener y que nos pertenece es nuestra existencia, nuestras elecciones, pero no es raro que ni siquiera eso sea nuestro. Nos levantamos por las mañanas, vamos al trabajo, al colegio, vemos a nuestros amigos, y creemos vivir por eso, pero no necesariamente es así: vivimos con rutinas o con hechos que pensamos que tenemos por cuenta propia, pero muchas de esas acciones están predeterminadas.

Erich Fromm llegó a decir precisamente que todo estaba predeterminado: las idas al cine, la partida de cartas del domingo, los paseos por el parque, los libros que encontramos en las estanterías, entre otras cosas. Pero eso es algo que encontramos de por sí,no algo que el ser humano escoja por sí mismo. Me explico: el sistema nos deja elegir lo que él quiere que sea escogido. En mi experiencia, si a alguien no le gusta leer es porque no se ha dado oportunidad de hacerlo, si alguien minimiza a otra raza o a una persona con otro color de piel, es porque eso ha escuchado de otros. Son los paradigmas que el sistema le enseña (la sociedad hipócrita, es sabido, habla de valores, por dar un dato, pero desdeña esos valores según lo que presentan los medios masivos de comunicación; en casa se dice que el deber ser es así, pero no se enseña con el ejemplo, etc.), y esas supuestas decisiones conforman su existencia. Claro que, en realidad, no están viviendo, están existiendo, para continuar con la frase de Wilde.

Uno de los puntos claves de la libertad es estar conscientes por completo de nuestras decisiones, con sus consecuencias, con sus pros y contras, pues no solamente es cuestión de decidir sin pensar en lo que esa opción elegida acarreará. La libertad es saber la posición en la que estamos, sin dejar que otros decidan por nosotros, aun de manera indirecta. Sartre llegó a decir que "estamos condenados a ser libres". En cierta manera, es cierto, porque toda elección supone una renuncia, un abandono a otra cosa, y siempre queda la duda de "Qué hubiera pasado si...". Pero esa es parte de las responsabilidades al ejercer nuestra libertad.

¿Se puede hablar de completa libertad en estos días, donde figuras públicas dictan sobre todo a los más jóvenes cómo deben comportarse o vestirse? ¿Donde se toman modelos equivocados y se les llega a tener una admiración que está casi al nivel de la idolatría? ¿Donde incluso televisoras dictan lo que debe ser la moda, el humor,porque es lo que presentan?

Es alarmante, desde mi punto de vista, cómo ese sentido de responsabilidad en las decisiones se va perdiendo. No se afrontan los problemas, se evitan, o se deja a otros decidir por uno mismo.

Hoy en día, ¿quién verdaderamente vive?

viernes, 28 de agosto de 2009

"¿Qué soy, un poeta o un imbécil?"


"¿Qué soy, un poeta o un imbécil?" La frase es de Byron, en un llamado a su intelecto y en un cuestionamiento a su propio hacer.

No son pocas las veces en que nos llegamos a sentir diferentes o especiales porque llegamos a darnos cuenta de ciertas cosas, pero ese autocuestionamiento puede no servir de mucho, y no son pocas las veces en las que llegamos a la misma conclusión que Byron.

Desgraciadamente, no pululan quienes se preguntan sobre su vida, sus quehaceres, sus éxitos, sus tristezas; el hecho de reflexionar ya indica un adelanto, pero no es garantía de nada. Decía Sócrates que pensar en los problemas, pero sin nada hacer para remediarlos, era sin sentido (o como diría alguien de manera coloquial, sería como “buscarle chiches a las gallinas”). También decía que la vida sin reflexión no valía la pena vivirse.

Pero sin duda vale más la pena preguntarse y autorreflexionar, que vivir sin pensar. “¿Vale la pena mi vida, mi trabajo, lo que hago? ¿Hago lo necesario para obtener lo que quiero?” No es lo mismo que si solamente nos levantamos a hacer trabajos que nos disgustan, o actividades no deseables, soñando con trascender por y de la nada, que al menos estar conscientes de lo que es nuestra propia realidad.

Cada vez que me veo al espejo sé que no soy especial, que nunca ganaré la lotería, que no publicaré un libro, que no conquistaré el mundo, que soy, citando una vez más una frase de “Fight club”, la “mierda cantante y danzante del mundo”. ¿Pero saberlo me hace tan diferente? ¿De que sirve en realidad esa consciencia? Vaya, queda al menos soñar con algo diferente, luchar por otras cosas, conformarme con ver los amaneceres, leer un libro, ver la realidad alterna de los imaginarios de las películas, descubrir una etimología rara y sentir satisfacción por ello, como defendían Borges y Torri, o tener una idea propia muy, muy de vez en cuando.

¿Soy un poeta o un imbécil? Byron al menos era poeta...

jueves, 27 de agosto de 2009

"No eres tu cuenta corriente (...) el coche que tienes, ni el contenido de tu cartera (...) Eres la mierda cantante y danzante del mundo"


You're not your job. You're not how much money you have in the bank. You're not the car you drive. You're not the contents of your wallet. You're not your fucking khakis. You're the all-singing, all-dancing crap of the world”.


Esta es una de mis frases favoritas de “El club de la pelea” (“Fight club”, de David Fincher). Recién pensaba que la frase de Werther “Lo que yo sé, cualquiera puede saberlo. Sólo mi corazón es mío” en cierta forma debería reinterpretarse: Lo que tengo, cualquiera puede tenerlo. Sólo mi corazón es mío.


Pertenecientes a la Generación X, a pesar de que hemos vivido tantas cosas, tantos cambios, todavía nos tragamos en ocasiones que seremos más si tenemos más. O posiblemente no. A medida que hemos crecido, que hemos abandonado las últimas décadas del siglo pasado, hemos caído en la cuenta de que las cosas no son como nos las habían pintado, y que el mundo no es un lugar justo; no como nos hicieron creer. Una buena preparación no te traerá un buen trabajo; estar a la última moda no te hace ser mejor, ni te hace sentir más feliz: siempre necesitarás otra cosa.


A veces me preguntaba por qué mis conocidos (de edad similar a la mía) y yo compartíamos ciertas preocupaciones, angustias, desintereses, miedo a la responsabilidad, a no trascender. Tiempo después me percaté de que era un mal común a quienes nacimos en cierta época; como leí por ahí, somos la generación que vivió la televisión en blanco y negro y las pantallas de plasma; jugamos en la calle hasta el anochecer y ahora, quien tiene hijos, sabe que ya no puede permitirlo. Comíamos dulces hasta hartarnos y sin problemas de obesidad.


En fin, no quiero caer en una explicación que otros pueden explicar de una manera más detallada y mejor. Mi punto es que crecimos con ciertos valores y creencias que parece que están desapareciendo, y quienes pertenecemos a esta generación no logramos ubicarnos, ni con la pasada, a la que pertenecen nuestros padres, ni con la siguiente, que vive aún más en una cultura hedonista; en la Generación X, a estas alturas, sabemos lo peligrosos que pueden ser esos mensajes, y el posterior desengaño que viene con las promesas no cumplidas de padres, medios, religión, políticos… Los “nuevos” creen con mayor facilidad esos mensajes. ¿Cuándo vendrá su desengaño? ¿Cómo lo mostrarán?


La frase que da título a este escrito es una de tantas dichas en “El club de la pelea” (tengo que leer el libro) que se acomodan a la perfección en esto; dicho sea de paso, me parece un canto desesperado, poético y gráfico sobre el desengaño general de los hijos de ese tiempo. Pero a pesar de nuestro desencanto, debe haber alguna forma de hacer más llevadera esta existencia. Morgan Freeman, en otra película también dirigida por David Fincher (“Seven”), decía al final citando a Hemingway: “‘El mundo es un buen lugar, y vale la pena luchar por él’. Estoy de acuerdo con la segunda parte”.


No sé cómo. Y lo digo a pesar de esa voz interior que dice que no vale la pena.

martes, 25 de agosto de 2009

Ach, was ich weiß, kann jeder wissen. - Mein Herz hab ich allein



"Lo que yo sé, cualquiera puede saberlo. Solo mi corazón es mío". Sería la traducción tradicional de la frase de Werther, quizá mi favorita de todo el libro.


Werther siempre será un canto al amor, a la naturaleza, al sentimiento desaflorado y sin bridas, a la pasión, si se quiere, pero pasión pura (a pesar de que pueda sonar contradictorio), idealizada en ese eterno femenino que está representado en Charlotte.

La frase es un llamado a la libertad. No importa lo que sepamos, lo que conozcamos: lo que nos hace ser humanos, y también lo que nos individualiza, es lo que sentimos. No importa que haya torrentes de conocimiento en nuestro cerebro: el corazón es lo que importa, lo que hace valer nuestra persona.
...

El libro de Goethe, del cual no quiero dar muchos comentarios (ya suficientes los hay en cualquier enciclopedia o en blogs de aficionados) fue uno de los pioneros en el romanticismo alemán, romanticismo que, de una u otra manera, se trató de hacer presente a lo largo del siglo XX con todos los -ismos (el existencialismo es posiblemente el ejemplo más claro), y esa voz que se alza contra lo clásico, contra la tecnología, contra las costumbres, se verá en la última parte del siglo pasado disfrazada una vez más con lo que ocurre con la Generación X. Por eso, creo yo, que las cuitas, los pensamientos, las preocupaciones de muchos de nosotros que pertenecemos a esa generación, se pueden ver reflejados en la forma de pensar de este personaje.

En esta era de la información, no obstante, de la que se pueden sacar ventajas, hay siempre que recordar dónde se encuentran las cosas valiosas. El conocimiento en sí mismo es válido, pero no se compara con lo que sentimos. La razón, que tantos progresos trajo, también nos trajo guerras y hambres. El conocimiento no debe limitarse a lo técnico; ese gran olvido en el que se tiene a la inventiva humana, a su quehacer, en parte ha provocado que el hombre se descarríe, porque, en palabras de Terencio, no cumple con el mandato de "Llega a ser lo que eres".

En fin, inicia este blog, que pululará de pensamientos e ideas inconexas. Pero qué más da.